Año 1199, 20º día del mes del Tigre
Las llanuras estaban todavía con pequeñas muestras de zonas heladas y los caminos estaban algo encharcados, dando muestras de que se acercaba la primavera ante los primeros brotes verdes de los árboles que lindaban dichas sendas.
Una figura de tonos verdes con símbolos imperiales cabalgaba por estos parajes con una habilidad considerable, digna de cualquier jinete del clan del Ki-Rin. Por existir aún bajas temperaturas portaba ropajes de abrigo, que daban muestras de un buen curtido, inusuales en un Otomo, pues eran de piel. A pesar de la determinación con la que galopaba, se notaban en sus ojos el brillo del que vuelve a un lugar querido, a un lugar de recuerdos de niñez…
El cortesano se paró ante la puerta de Shiro Shinjo, con aire de grandeza, y esperó a que uno de los guardias apostados le pidiera los papeles de viaje. Tras una reverencia, el guarda le dio paso y le indicó el camino a las caballerizas. El descabalgó de forma enérgica y con gran maestría y, con un silbido, su montura se marchó sola hacia el lugar indicado. Antes de que el guarda reaccionara, su compañero más veterano dijo - “Buenos días, Chieno-sama, no esperábamos su visita tan pronto.” - Relajando el gesto respondió - “Buenos días a ti también, viejo amigo, no seas tan formal conmigo, que no estamos en la corte y me conoces desde antes de mi gemppuku…” -
La ciudad estaba bastante animada a pesar del frio todavía reinante, aunque para él le parecía reconfortante después de estar este invierno encerrado en la Corte debatiendo asuntos de estado, desenredando cotilleos, mediando en disputas,… Se encaminó hacia una zona apartada del centro, mucho más tranquila, y llamó a una casa sencilla, pero muy bella. Después de un buen rato, una figura anciana abrió la puerta, y al verle exclamó - “¡Hijo!, no te esperaba hasta dentro de un par de semanas, para la primavera…” - Shinjo One se apresuró a hacerle pasar e indicó a su sirvienta que sirviera un té en la sala de estar.
- “Madre, cómo he echado en falta esta mezcla de té, nadie conoce una receta mejor para caldear el cuerpo…” One, dulcemente preguntó - “Y dime, ¿cómo has podido venir tan pronto este año a visitarme?”- Chieno adoptó una postura más erguida y firme, y mostró una pequeña daga de oro con el símbolo imperial esculpido y varias esmeraldas incrustadas - “Me han concedido el honor de ser el favorito de la Corte de Invierno y por ello voy a pedir audiencia ante el Khan” -
Días después...
- “¿Y cuál es el susodicho cargo?” - dijo el Khan con un tono expectante - “El de Maestro del Disfraz, Min-Hee-sama; lo cual supondrá para el Clan, por beneplácito de la Divina Emperatriz, la llegada de numerosos maestros artesanos de la seda, aumento del número de fábricas en el territorio y la expansión del mercado textil Unicornio” -
La mirada de Min-Hee escrutó completamente al Imperial y, después de unos minutos, inquirió - “Tu decisión parece dirigida hacia el Unicornio por algún motivo de “simpatía” por el Clan, ¿me podrías informar de la naturaleza de dicho vínculo?” - señalando a las pocas hebras de piel que se podían descubrir en sus ropas de gran gala, al fijarse con gran detenimiento.
- “Pues es por mis ancestros, ya que soy hijo de Shinjo One y Otomo Hakime, y mi abuelo fue Shinjo Chein Neo y su ancestro fue unos de los pocos supervivientes que alcanzo Rokugan desde más allá de las Arenas Ardientes, desde las llamadas ahora Colonias, siglos después del regreso de Shinjo con gran parte de la familia Moto…” -
-“Y el nombre de ese antepasado lo llevo con orgullo: MOTO CHIENO”-
Hace más de un siglo, cerca del Erial del
Oeste...
Pocos se aventurarían por unas tierras tan
yermas, ni siquiera los Cartógrafos Imperiales habían ido a una zona tan
inhóspita y tan alejada del Imperio…, pero todas esas cosas no le importaban al
gran Khan del Unicornio, Moto Gaheris, que había decidido explorar esa zona de
los límites del territorio de la familia Iuchi con un grupo de vigías de la
fortaleza cercana.
Llevaban ya varios días de ruta donde lo
único que habían encontrado era tierra seca y muchos bichos…, algo bastante
exasperante para algunos miembros de la expedición, pues eran jóvenes samuráis
ansiosos de acción. Ante este hecho, exhortó – “El deber de un
buen Unicornio es explorar, cabalgar, buscar el nuevo horizonte,…aunque a veces
se tarde en hallar” -
Parecía que hoy
se encontraba de buen humor, aunque en lo más profundo de su alma ardía el ansia de la
batalla, que no podía ser bien avivada en tiempos de paz… Unas horas más tarde,
el jefe de la expedición vislumbró algo extraño en una falla del terreno.
Inmediatamente mandó a 3 hombres como avanzadilla para descubrir de qué se
trataba. – “Algo nuevo bajo la gran Dama Amaterasu” – pensó con alivio, pues le
era tan refrescante como el mejor sake fresco de sus bodegas.
En el lugar vieron lo que parecía un
carromato desvencijado y los restos de un pequeño grupo de viajeros (niños,
ancianos, jóvenes…), muertos por las extremas condiciones del lugar. Ante este
espectáculo de carne seca y huesos, un par de samuráis no pudieron aguantar las
nauseas y se tuvieron que alejar. El olor a muerte y putrefacción empapaba todo
el ambiente, a pesar de encontrarse en un terreno casi abierto. Ante tales
circunstancias, decidió que pondrían tierra encima, sin tocar nada, y marcar
ese lugar como cementerio para evitar enfadar a ningún espíritu allí presente…
Cuando, de repente, un brazo surgió de
debajo del carromato. El shugenja del grupo dio un salto para alejarse y
comenzar a elevar una serie de hechizos contra los muertos vivientes. El resto,
desenvainó y cuidadosamente el jefe explorador gritó - ¡¿Quién o qué eres,
identifícate?! – La persona de debajo del carro solo pudo musitar con un acento
algo tosco – “Ayud…, ayuda” –
Tras un momento de reflexión, decidieron mover el
carro y contemplaron a un hombre de tez morena, en los huesos y con ropajes de
aspecto señorial muy desgastados. Tenía las piernas en una postura imposible y
por el dolor al mover los restos del carruaje, se desmayó. Gaheris se acercó y
atisbó una serie de anagramas y símbolos en el traje que portaba el extranjero
que le resultaban familiares…, pero se estaba haciendo de noche y no podría
saber más hasta volver al Imperio…
Un
mes después, Torre de Vigilancia del Oeste
El hombre se despertó muy sobresaltado,
pegando aullidos, al ver su situación: Una de sus piernas no estaba y solo era
capaz de ver a través de uno de sus ojos. – “¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Y
el resto?” – comenzó a musitar en una lengua extranjera. Una voz tras la
puerta, le contestó en su idioma, pasando a la habitación – “Te encuentras en
Rokugan, tierra bendecida por los Kamis” –
La figura se sentó y continuó – “El
resto de tu expedición ha perecido, debido al hambre y la sed. Has estado delirando
casi un mes y te hemos salvado la vida” – El gaijin, tomó una postura más
erguida por deferencia y preguntó – “¿Ante quién me encuentro, pues sabe hablar
mi idioma?” – El samurái se enderezó y con voz potente dijo – “Soy Moto
Gaheris, Campeón y Khan del Clan Unicornio” –
Ante tal anuncio, el hombre dio un
respingo en el colchón y buscó un colgante escondido en un doblez de su ropa.
Al enseñárselo a Gaheris, dijo en un Rokuganés muy rudimentario - “Yo soy
Chieno, último Khan de la tribu de los Ujik-hai, descendiente directo de Moto,
y por lo visto, su único superviviente” –
Ante esa noticia, Gaheris se acercó y,
tocándole el hombro, dijo amablemente – “Hermano, bienvenido a casa” –
Neo_Chains
1 opiniones:
Espero que os guste, y es un relato bastante inane, pero no he sabido confeccionar una conexión entre los eventos mejor que la que leéis...
:-/
UN SALUDOTE!!!
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